viernes, 22 de abril de 2016

¿Refugiados o adoptados?

Cuando una perturbación afecta al hábitat original de una especie, tanto si ha sido provocada por el ser humano como si no, los afectados tienen dos posibilidades. O bien se trasladan a otro hábitat diferente y tratan de encajar en él. O bien se instalan en un entorno artificial que casualmente reúna los atributos básicos de su lugar de procedencia.


Los bisontes europeos (Bison bonasus) son un buen ejemplo del primer caso enunciado en la entradilla. Evolucionados en los extensos pastizales que se abrieron durante los picos glaciares, una vez retirados los hielos fueron a refugiarse en el interior del bosque. Para describir el proceso algunos autores han acuñado las expresiones “especies refugiadas” y “refugios” (1). Ese sería el caso también de las focas monje (Monachus monachus) de la colonia de Cabo Blanco (Mauritania), de las que ya hablé en 2008 (2). El ambiente original de las focas eran las playas, pero acabaron sobreviviendo en el interior de las cuevas, un hábitat menos adecuado y más peligroso que todos los años se cobra un tributo en cachorros cuando los temporales sacuden aquellas costas acantiladas.

Un tercer caso de megafauna refugiada sería el de los osos pardos (Ursus arctos) de la cordillera Cantábrica. Hemos crecido aprendiendo que los osos viven en las montañas abruptas del norte de España, pero en el pasado –como los lobos y los quebrantahuesos– estaban distribuidos por todo tipo de ambientes. Si pienso en la anatomía de los osos, les veo felices en ambientes con no demasiada pendiente, en montañas amables. Sin embargo, fueron eliminados de toda la Península salvo en los valles del norte, donde se libraron de la quema por cuestiones circunstanciales. En Asturias, por ejemplo, la gran pendiente del terreno debía hacer poco rentable la extracción de madera y sospecho que también pudo ser esencial la pujanza de la minería del carbón. Es cierto que los mineros mataban osos en su tiempo libre, pero disponer de carbón mineral en abundancia pudo evitar que se explotaran los bosques norteños para obtener carbón vegetal, como en el resto del territorio hispano hasta tiempos recientes. Así pues, una actividad industrial depredadora podría estar paradójicamente detrás de la persistencia del oso hasta el siglo XXI.

Finalmente, es probable que el lobo (Canis lupus) también sea una especie refugiada en los bosques, a juzgar por su reconocida capacidad para cubrir largas distancias con un trote económico, figura que evoca al mítico lobo estepario.

No, no es una base espacial en la luna. Es tan sólo una colonia de gaviotas de Audouin (Laurus audouinii) en la dársena sur del puerto de Castellón. Un entorno completamente artificial que, sin embargo, cumple con holgura sus funciones como hábitat de sustitución del hábitat original de la especie (Foto: Pepe Greño).

Exilios forzosos
Al margen de los grandes mamíferos, uno de los equipos de investigación con los que colaboro tardó mucho tiempo en darse cuenta de que uno de nuestros principales modelos de estudio, la gaviota de Audouin (Larus audouinii), también era una especie refugiada. En este caso, había sido arrinconada en los islotes mediterráneos donde empezamos a encontrarla en los años setenta del siglo pasado. El espacio al que pertenece (where they belong, como dicen los anglosajones) son las playas y campos dunares cambiantes, que explican bien a las claras su carácter nómada. Cuando la actividad turística usurpó esos ambientes costeros tuvieron que refugiarse en los islotes. Pueden sobrevivir allí, pero tienen menos éxito individual y colectivo, medido en supervivencia, productividad y tasa de crecimiento poblacional. Las gaviotas de Audouin crían mejor en las dunas del delta del Ebro que en las islas Columbretes. Del mismo modo que los osos obtendrán un mayor éxito reproductor cuando puedan bajarse de sus refugios de las montañas para instalarse de nuevo en relieves más suaves. Las propias focas monje sacan adelante más crías cuando pueden abandonar las cuevas y reproducirse en playas abiertas.

Buitres enriscados
A pequeña escala, el buitre negro (Aegypius monachus) también se comporta como un refugiado cuando elige sus lugares de cría en Mallorca. En lugar de formar colonias laxas en los extensos encinares de la sierra de Tramuntana, escoge pinos que crecen en los abruptos acantilados de este sistema montañoso. Una elección difícil de explicar, a menos que los encinares mallorquines estuvieran llenos de personas ocupadas en diversas actividades de subsistencia (carboneros, yeseros, porqueros) hasta los años sesenta, como así fue. El monte era entonces un ambiente pre-industrial, más que un lugar salvaje. De ahí se pasó, casi sin solución de continuidad, a tener las montañas llenas de ejércitos de excursionistas.

El caso es que los buitres probablemente no encuentran la tranquilidad que necesitan para criar en su hábitat predilecto. De hecho, pienso que su población no termina de despegar debido a que los jóvenes reproductores no encuentran pinos adecuados para instalar el nido en los acantilados. Es más, los buitres tienen una alta tasa de supervivencia, encuentran abundante alimento en los comederos y nunca se han regateado esfuerzos en su defensa. La predicción sería, por tanto, que cuando empiecen a criar en los encinares su población crecerá de forma exponencial hasta que otro tipo de recurso establezca un nuevo límite.


Las nutrias son especies adoptadas en los embalses. Estos medios sustituyen bastante acertadamente (y sin intención) las características de los cursos medios y bajos de los ríos donde las nutrias evolucionaron originalmente (Foto del autor)
Hábitats de sustitución y especies adoptadas
En ocasiones, las especies que han visto perturbado su ambiente original no deciden trasladarse a un hábitat natural alternativo, sino a un entorno altamente modificado o incluso producto de la actividad humana. Hace poco hemos denominado “hábitats de sustitución” a estos ambientes que satisfacen, sin pretenderlo, los requerimientos esenciales de una especie. Y, del mismo modo, llamamos a sus ocupantes “especies adoptadas” (3).

Los embalses y las nutrias (Lutra lutra) son un buen ejemplo de ambos conceptos. En los años ochenta pensábamos que las nutrias amaban las cabeceras impolutas de los ríos interiores. Pero pasábamos por alto el hecho de que las nutrias habían tenido que refugiarse en esas cabeceras fluviales debido a que en los tramos medios y bajos la presión humana era mayor. Ahora que ya no se les persigue y los ríos cuentan con depuradoras, vemos cómo las nutrias regresan a sus ambientes originales. Pensado fríamente ¿quién querría vivir en la parte alta de un río si a medida que bajas hacia el mar aumenta el número y la densidad de especies presa? Artefactos. Lo que veíamos eran artefactos.

Ahora lo habitual es encontrar nutrias en los embalses que se han construido, por regla general, en el tramo medio de los ríos. Los pantanos reproducen bastante bien algunas de las características propias de desembocaduras y estuarios, con sus aguas calmas y profundas ricas en presas, aunque muchas de ellas sean especies exóticas e invasoras. Obviamente, las nutrias crían mejor donde abunda el alimento y pueden practicar distintas técnicas de caza. Desde el buceo en profundidad, apurando los 30 segundos de apnea, hasta la prospección detallada de las orillas, según la época del año. Una nutria de embalse se parece más a una nutria marina que a una nutria de cabecera. Es más, antaño las nutrias europeas de hábitos marinos debían de ser más abundantes de lo que nos pensamos.

De hecho, el mar es una fuente de alimento más feraz que el río. Y las nutrias son voraces. Mi amigo y colega Juan Jiménez, me explicaba hace un tiempo que el nombre de las nutrias viene de nutrirse, porque no paran de cazar. Yo mismo las he visto capturar 13 peces en 26 minutos, un lance tras otro, en un embalse gallego. Hay que tener en cuenta que el agua está fría, sobre todo en invierno, y que las nutrias, a diferencia de las focas, no cuentan con una gruesa capa de grasa subcutánea que las aísle, de modo que han de alimentarse sin parar para compensar las graves pérdidas de calor corporal. Son poco más que garduñas con un buen traje de neopreno, como vislumbraba Carlos Herrera el otro día que hablábamos de estos mustélidos.

La mejor opción
Otros ambientes sustitutivos son, por ejemplo, los medios urbanos, donde se han asentado aves y mamíferos que procedían de entornos forestales. También las especies propias de pastizales abiertos han encontrado un buen remedo de su hábitat primigenio en los campos de cereal, ya sean arrozales o trigales. Ninguno de estos medios se ha creado a propósito para favorecer a la fauna, pero resultan ser, por mera casualidad, muy adecuados para determinadas especies.

Lógicamente, un ambiente de sustitución nunca será tan bueno con el original, sobre todo porque no reproduce el mismo tipo de comunidades y, por lo tanto, pierde diversidad e información por el camino. Pero pueden llegar a ser una alternativa muy buena e incluso a proporcionar mayores tasas de éxito reproductor que los ambientes originales. Es lo que está pasando con la gaviota de Audouin, que deja las playas y dunas del delta del Ebro para trasladarse a salinas, marinas y puertos, donde sus poblaciones crecen a buen ritmo. La mayor colonia actual de esta especie se encuentra en una dársena del puerto de Castellón. ¿Por qué? Bueno, la disponibilidad de alimento sigue siendo alta gracias a los descartes de la flota pesquera y, además, la presión de los depredadores es allí menor. En el delta los depredadores habían encontrado un buen sitio para saquear los nidos de las gaviotas, pero no se acercan al puerto debido a lo que llamamos “efecto espantapájaros”.

La colonia del puerto pasará a la historia antes de que muchos depredadores acaben por localizarla y la conviertan en un sitio indeseable, ya que cuando se reanuden las obras de ampliación desaparecerá el espacio ahora disponible. Quizá para entonces la presión de los depredadores haya vuelto a reducirse en las dunas y playas del delta y las gaviotas regresen a reclamar sus antiguos feudos. Hacer las maletas de tanto en tanto está en los genes de cualquier especie que nidifica directamente en el suelo. Mientras, habrán sido adoptadas por su hábitat de sustitución. 


Bibliografía

(1) Kerley, G.; Kowalczyk, R. y Cromsigt, M. (2011). Conservation implications of the refugee species concept and the European bison: king of the forest or refugee in a marginal habitat? Ecography, 35: 519-529.
(2) Martínez-Abraín, A. (2008). Fotogramas. Quercus, 270: 6-7.
(3) Martínez-Abraín, A. y Jiménez, J. (2015). Anthropogenic areas as incidental substitutes for original habitat. Conservation Biology, (en prensa). Disponible en DOI: 10.1111/cobi.12644


No hay comentarios:

Publicar un comentario